El Derecho a Equivocarse
Sentir cómo tus entrañas se retuercen, cómo el sudor empapa tu frente, y cómo la visión se nubla. La sensación de querer huir, no por supervivencia, sino por temor a cometer un error. Para muchos, puede parecer una exageración, pero para mí, es un obstáculo real que enfrento en cada decisión que tomo.
Tomar decisiones se convierte en una lucha emocional constante para aquellos que experimentamos esos síntomas. Cada elección parece desencadenar un torbellino de emociones que nos lleva a dar vueltas en círculos, a comer sin control, o a sentir una urgencia repentina por ir al baño. En ocasiones, solo deseamos sentarnos y llorar. Envidiamos a aquellos que pueden lanzar una moneda al aire y dejar que el azar o el destino tomen la decisión, sin pensar en las consecuencias, las ventajas o desventajas, o en las múltiples ramificaciones en el multiverso que podrían surgir a raíz de una elección errónea.
Me declaro culpable de ser una de esas personas que sobreanaliza cada situación. Cada decisión se convierte en un mar de análisis, y a menudo, cuando finalmente me decido, la oportunidad ya se ha esfumado. ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Será que tengo alguna patología? ¿Hay algo mal en mí? ¿Algo se descompuso? ¿Por qué no puedo ser como los demás?
Tras darle muchas vueltas a mi cabeza, me di cuenta de que esto tiene raíces en mi infancia. Asumí responsabilidades que no me correspondían, lo hice porque quería. Sin embargo, esa autoimposición me llevó a temer el fracaso y a buscar a quien culpar si algo salía mal. Siempre era más cómodo estar detrás del volante por si algo salía mal, así no tendría que cargar con la responsabilidad en solitario. Pero el problema era que si algo salía bien, solo yo sabía que la persona detrás de ello era yo.
Hoy en día, ya adulto, sigo enfrentando algunos de estos problemas. Ahora, sin embargo, soy el único responsable de mi vida. Envejecer puede ser desafiante, pero la clave está en mejorar día a día. Entonces, ¿cómo puedo evitar esas sensaciones desagradables? Aún no tengo todas las respuestas, pero sé que, cuando siento miedo de equivocarme, lo peor que puede pasar es que tenga que empezar desde cero, asumir la responsabilidad y enfrentar las consecuencias de mis acciones.
Darnos el permiso de cometer errores, de entender que todo estará bien, que el mundo no se detiene y que debemos levantarnos y seguir adelante, es crucial. Las equivocaciones son oportunidades de aprendizaje, y al final, forman parte de nuestra maravillosa existencia humana.
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